Conocer a Ayla fue uno de esos especiales regalos que te entrega el Eterno. Simplemente Él nos reunió, de una forma precisa, directa, sin rodeos, sin ninguna duda.
Ayla es una mujer que ama la entrega de si misma, simplemente muestra lo que surge de su interior, ella podría enriquecerse materialmente de su talento, simplemente desea compartir, mostrar el camino perdido, el camino Real. Ayla es una mujer que expresa desde una gran sencillez lo que siente y surge de su interior; lo ejecuta mediante pinturas simples y sencilla poesía, sin necesidad de florituras que necesiten enriquecer algo que de por si mismo son joyas surgidas de un corazón clarificado.
En este confuso y oscurecido mundo, sometido a la vanidad, a la ambición despiadada y al rencor, es necesario recuperar la sencillez, reencontrar nuestra alma, nuestro núcleo, nuestro Ser. Es la única salvación a un mundo abocado al desprecio, al expolio y a la destrucción. Sólo existe una medicina para las almas atormentadas, recuperar la inocencia del corazón, la pureza de los pensamientos, recuperar la candidez de un bebé, recuperar la irradiación de un corazón renacido. Las palabras de Ayla evocan la belleza, la pureza, el amor, nuestro origen olvidado, evocan las prístinas fuerzas primigenias femeninas, las cuales riegan en su reencontrado hogar al hijo de Diós, al Angel andrógino, al Ser que ha integrado, fusionado y trascendido en si mismo las duales polaridades humanas.
En una sociedad en la que se da culto a la apariencia, en la que se ha perdido la percepción de lo interior, en la que se admira lo visible y carente de substáncia, Ayla desde una gran sencillez en su forma de pintar y de expresarse, nos muestra aquello invisible que hemos olvidado, aquello que la misma sociedad esquematizada ha alejado de nuestra esencia y ya no recordamos, todo aquello que forma parte de la riqueza interior que hemos perdido y que son los diamantes de nuestra vida. Sus palabras y sus pinturas son una pequeña luz que nos muestra lo que aguarda en nuestro destino, que no es otra cosa que nuestro origen, pues todo lo que debe hacernos alegres, felices, gozosos y plenos se halla en nuestro interior, el lugar del que tanto nos hemos alejado. Una extraordinaria felicidad es el estado natural del ser humano, estado que ahora “confundidos” no podemos percibir.
Estamos tan confundidos que nuestra forma de ser se ha transformado terriblemente, nos hemos vuelto unos seres completamente dependientes de factores exteriores, cuando por el contrario deberíamos poseer un temple inquebrantable, como una buena espada que posee la adecuada dureza y la flexibilidad para resistir los impactos, una fortaleza y al mismo tiempo una flexibilidad interior "temple", la flexibilidad que mediante una comprensión positiva de todo lo que engloba nuestro mundo (seres y situaciones) nos permite desarrollar un corazón compasivo, un corazón en el que florece el amor. Entonces la dureza y la sensibilidad encuentran su punto de fusión, porque sólo un alma fuerte puede ser feliz mediante un corazón despierto y vivo.
Cuando uno no comprende como debe hacer para no sufrir ante un mundo que desprecia, es comprensible que desarrolle barreras en su corazón, barreras que como cáscaras impiden la entrada al dolor pero también a la sensibilidad. No es lo exterior lo que nos vuelve infelices, son las mismas cáscaras que impiden ante la falta de sensibilidad experimentar nuestro corazón. Templar el corazón es enfrentarlo a las dificultades sin cerrar su sensibilidad, mediante la comprensión. Es dejar de depender para volverse soberano, y eso se consigue haciéndose consciente de uno mismo. Volverse sencillo forma parte de ello. Siendo sencillos nos volvemos agradecidos. Siendo agradecidos se liman todos los ángulos y todo toma formas y aspectos armónicos. Entonces el corazón enpieza a fluir como una fuente, y cuanto más mantiene su atención en El, más aumenta su caudal.
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Francesc Xavier Lage